De pájaros, silencios y eternidades

A Lina Tur Bonet, bartokiana, vivaldiana, intemporal

Escuchar el canto de los pájaros implica tomar conciencia de la dirección y la distancia desde las cuales llegan a nosotros esas pequeñas voces celestes que, amén de sus músicas, definen igualmente el ámbito y el territorio que alberga sus sonidos. Por ello, el simple hecho de escuchar implica valorar espacialmente la atención, y tomar conciencia de ese espacio físico supondría también valorar otro, puramente musical, subyacente bajo el sonido. De tal modo, cabría considerar el silencio como un espacio que contuviese todas la músicas: escucharlas en la forma debida debiera suponer igualmente la percepción del silencio básico, el silencio esencial que las soporta y las exhibe. Escuchar de un modo absoluto supondría también descifrar el silencio que yace bajo la música. Los pájaros nos convocan a escuchar el espacio. La música debiera invitarnos a contemplar el silencio.

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