Un coup de dés

Iwan Knorr, en su conocido estudio sobre las fugas de Das wohltemperierte Klavier publicado en 1912, traduce las estructuras polifónicas mediante gráficos en que el material se expone visualmente a través de esquemas que distinguen el tema en posición directa, en posición invertida, aumentado o disminuido y simboliza la presencia y desarrollo tanto de él como de sus contrasujetos merced a líneas curvas cóncavas o convexas, en forma de dientes de sierra o como líneas de puntos, a lo largo de tantas rectas paralelas superpuestas como voces tenga la composición concreta. Se trata, probablemente, del primer intento de analizar la música mediante gráficos: es una idea original y eficaz que permite visualizar el funcionamiento temático de la forma, lo que colabora con gran eficacia a su comprensión, al margen de la lectura musical en sí misma (a comienzo de los años cincuenta, Stockhausen, con genial intuición, sugirió un modelo parecido para la creación de su propia música, sin llegar a elaborarlo). Por lo demás, la idea está provocada por la propia creatividad del compositor: las dos docenas de fugas que contiene el Primer Libro (el segundo es una recopilación un tanto desigual, si la comparamos con el primero) son formalmente diferentes (como lo son las propias tonalidades), trabajadas con una imaginación estructural verdaderamente asombrosa. El desarrollo plástico propuesto por Knorr da cuenta por sí mismo de la libertad e inventiva de Bach en el tratamiento de la forma: basta mirar para entender.

Alberto Basso describe con lucidez Das Wohltemperierte Klavier como un monumento al racionalismo: según este dictamen la exigencia (y el derecho) a una afinación equivalente para todos los semitonos (esto es: la necesidad de una octava dividida por razones estrictas de uso y no por motivos acústicos) sería el triunfo de un proceso iniciado casi dos siglos atrás. Ya en 1689, Pachelbel, en su Hexacordum Apollinis utilizaba 17 tonalidades diferentes y Ferdinand Fischer y Johann Mattheson dilataban poco después esa misma vía: el cromatismo experimental (¡y artificial!) implicaba una lúcida toma de posición que Bach seguiría con una genialidad de categoría inalcanzable. Reivindicación del artificio frente a la realidad acústica, reivindicación de las posibilidades compositivas, de la libertad para escribir música en cualquier tonalidad, triunfo, en suma, del sistema tonal, de la modernidad, del horizonte armónicamente unificado. La creatividad exhibida por Bach en Das wohltemperierte Klavier, es absolutamente insuperable, y más aún teniendo en cuenta la rigidez del formato, cosa que el análisis gráfico desarrollado por Iwan Knorr hace asequible incluso para el profano: literalmente, en él la música entra por los ojos

En Das wohltemperirete Klavier hay fugas a cinco voces (la de Do menor y la de Si bemol) pero también a dos (la de Mi menor), con estrechos a tres o cuatro voces (como la de Do sostenido, que además es una fuga triple) y con contrasujetos en movimiento contrario (como la de Sol mayor) amén de una extraordinaria variedad de posibilidades a cuatro voces (al menos, una decena) muy diferentes unas de otras. Las hay más largas y más breves, pero la última, en Si menor (tonalidad, por cierto, especialmente inscrita en la producción bachiana), carente de estrechos, está prologada por un preludio en forma de sonata bipartita, caso único en todo el Libro (y resulta harto significativo que se trate, justamente, de la pieza conclusiva). Es un trabajo monumental en que se llega, no ya a los límites de la forma, sino casi de la propia tonalidad: el tema, cuya cabeza juega con una célula de tercera alternativamente mayor y menor según el arpegio de tónica, exhibe un inquietante tritono en el paso del primer al segundo compás y contiene las doce notas de la escala cromática: es dodecafónico en sentido literal, lo que crea constantes ambigüedades y pasajes sumamente inestables desde el punto de vista armónico con un inquietante y sostenido efecto emotivo que bordea lo angustioso, dilatando un juego en que el contrasujeto se expande y elabora con una inventiva y libertad ciertamente soberanas. La tensión se mantiene a todo lo largo de la pieza, trasmitiéndose uniformemente en las sucesivas entradas temáticas de un modo tal que el tiempo pareciera detenerse, como tan atinadamente lo señalase Arnold Werner Jensen en su conocido estudio de la música instrumental del Kantor de Leipzig. Bach llega aquí a la misma frontera de aquéllo que la obra pretende enaltecer. El Libro, considerado como un todo, se despliega hasta alcanzar el límite de ese lenguaje que el temperamento igual ha posibilitado y que el conjunto del texto enaltece: en un registro totalmente diferente, la situación es equiparable a la del Schubert de Der Dopelganger que, sin traicionar su propia estética, fué capaz de entrever el expresionismo y no retroceder frente a él. Y es que un verdadero lenguaje estético sólo puede denominarse de tal modo cuando permite avistar su propia disolución. En la conclusión de Das Wohltemperierte Klavier, Bach vislumbra a Schönberg, pero también a Kandinsky. Y a Mallarmé.

José Luis Téllez