Mignon

En modo alguno se permitió que Wilhelm contemplase el cadáver de Mignon antes de las exequias (man wollte ihm ein für allemal Mignons Körper nicht zeigen als bei den Exequien), nos dice Goethe en el séptimo capítulo del octavo libro que narra las andanzas de un joven burgués que pretende huir de su condición transformándose en hombre de teatro. Mignon, la protagonista secreta de Wilhelm Meisters Lehrjahre, representa esa idea de la infancia sagrada y casi divina de los románticos, rica de recuerdos de estados anteriores y del presentimiento de estados futuros, como tan bellamente lo describiese Marcel Brion: los tiempos de Freud aún se hallaban lejanos.

Mignon lamentando su patria – Mignon aspirando al cielo, cuadro de Ary Scheffer (1795-1858),

El oficio fúnebre es meticulosamente detallado en el comienzo del capítulo octavo: el propio texto sugiere una suerte de cantata que, en prosa poética, recoge los cantos infantiles contestados por el coro. Robert Schumann, fascinado por la enigmática figura y su simbología, ya había compuesto las Kinderszenen, quizá su más bella obra pianística, basándose en esa idealizada concepción de lo infantil. Poner música al poema de Goethe era una tentación irreprimible y en 1849 compone el Requiem für Mignon, un minúsculo oratorio de naturaleza cuasi iniciática (pero no religiosa en sentido convencional) que es quizá su más afortunada obra para voces y orquesta. Repetidamente se ha dicho que escribir esta especie de oración a un tiempo sombría y esperanzada inmediatamente después de que la revolución de Dresde fuese ahogada en sangre, era también sepultar los anhelos del Vormärz: pero Schumann, pese a todo, desarrolla ahí un itinerario consolador.

Comenzando en Mi bemol mayor, pasa por Do menor para concluir luminosamente en Fa mayor. El propio texto comunica esa sentimentalidad expectante: Schaut mit den Augen des Geistes hinan (mirad hacia a lo alto con los ojos del espíritu), afirma en Do mayor, para concluir de modo aún más convincente: Kinder, eilet in’s Leben hinan! (¡niños, regresad presurosos a la vida!). El texto de Goethe está articulado en varias secciones contrastadas que Schumann respeta, pero que expone y desarrolla a través de una continuidad sin fisuras: si el texto elabora una visión a un tiempo dolorida y anhelante, la música transfigura plenamente esa invocación. 

«Mignon und der Harfner». Victoria de Los Angeles & Dietrich Fischer-Dieskau en 1960 Piano: Gerald Moore

Las canciones entonadas por Mignon a lo largo del libro sedujeron a casi un centenar de compositores (Schumann entre ellos), pero quizá fue Schubert quien alcanzó el más elevado nivel a la hora de transformarlos en música. De alguno de ellos realizó numerosas versiones (en total escribió hasta diecisiete Lieder diferentes a partir de ocho de la decena existentes en la novela), cual sucede con Nur wer die Sehnsucht kennt, de la que existen no menos de seis. La última, publicada ya en 1826 como una especia de addenda al Op.68 (D.877), presenta la originalidad de estar escrita como un dúo (Mignon und der Hafner: Mignon y El Arpista) en que la joven canta a dúo con el anciano instrumentista que la acompaña a lo largo del relato. En la novela, Mignon aparece siempre en los instantes de tribulación de Wilhelm, como si fuese ella quien pudiese proporcionar ánimo a su espíritu, pero en este caso, Schubert presenta el poema a través de un dúo para soprano y barítono de una belleza melódica y una emotividad verdaderamente irresistibles (nuestra Victoria de los Ángeles y el gran Dietrich Fischer Dieskau nos dejaron un registro fonográfico insuperable). Se trata de la última vez en que el compositor se acerca al poeta: en cierto sentido la pieza es también una despedida, el adiós a un mundo que ya no regresará a su música, que a partir de este instante se orientará hacia autores como Wilhelm Müller, Shakespeare o Heine. Hay en la pieza una dimensión elegíaca, conmovedora e inolvidable.

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Mignon, el término utilizado por Goethe para designar a esa figura sin nombre que transita por el filo de la infancia y fallece sin completar su entrada en la edad adulta, es un adjetivo francés que califica de modo coloquial el encanto de un objeto o de una persona. Pero su empleo musical se remonta, por lo menos, a las últimas décadas del S.XVI: Mignonne, allon voir si la roze, la chanson de Guillaume Costeley sobre la  Ode à Cassandre de Pierre Ronsard, ofrece una primera sección delicadamente imitativa a tres voces que se amplía inesperadamente a cuatro en la parte central, con una depurada escritura de nota contra nota que utiliza repetidamente los silencios para articular una poderosa función expresiva de originalidad nada desdeñable: Costeley no respeta la estructura estrófica del poema, pero su versión musical es igualmente afectiva. La idea formal retorna de modo abreviado en la conclusión, regresando a las tres voces para finalizar nuevamente a cuatro. Es una pieza exquisita en que polifonía imitativa y homofonía se alternan de acuerdo la idea argumental de texto poético: cueillez, cueillez vôtre jeunesse / comme à ceste fleur la vieillesse / fera ternir votre beauté. La música resalta la nostalgia de la palabra, pero la chanson, en Sol dórico con alteraciones ocasionales, finaliza en Sol mayor a través de una cadencia perfecta. Dos siglos más tarde Schubert (precedido por Mozart) será también capaz de escribir piezas llenas de melancolía en tonalidades mayores (alguna de las canciones sobre Goethe puede muy bien servir de ejemplo): la emotividad musical carece de límites temporales.

José Luis Téllez

Michel Corboz. Lisbon Gulbenkian Chorus. Lisbon Gulbenkian Orchestra. Michael Audrey, Lilia Bizimeche-Eisinger, Elisabeth Silveira, Susanna Teiseira, Markus Schäfer, Michel Brodard.