Laberintos del tiempo

El Tiempo es una entidad tridimensional: la linealidad del transcurso se despliega en el plano de la Eternidad y cada uno de sus puntos se multiplica en la ordenada de la Posibilidad. Todo cuanto sea posible existe desde siempre y para siempre en algún punto de ese volumen. Tomar conciencia de ello supone traspasar la percepción cotidiana en pos de un sentido trascendente.

Todo cuanto acontece en la existencia de Phil Commons (Bill Murray), el protagonista de Groundhog day, durante el fatídico 2 de febrero de 1992 no es otra cosa sino la expresión narrativa de un camino de conocimiento: más allá de su apariencia de comedia, el film de Harold Ramis es un verdadera historia de enseñanza en sentido esotérico. No porque Phil se encuentre interminablemente en el mismo lugar del tiempo, sino porque es el único personaje que alcanza a comprender la pluridimensionalidad de ese mismo tiempo. Así, lo que en el relato sólo puede mostrarse de forma sucesiva corresponde en realidad a las múltiples posibilidades simultáneas que ese instante encierra dentro de sí, difractándose en peripecias divergentes como si de universos disímiles se tratase, universos en los que ciertos elementos permanecen (el mendigo, el agente de seguros, el compañero del hotel…) y otros varían, como sucede con la relación entre el propio Phil y sus compañeros de trabajo.

No es que Phil se encuentre siempre en el mismo lugar del tiempo: es que se trata del único personaje que guarda memoria de las incontables posibilidades de cada instante, y es esa conciencia lo que le permite aprender y llegar a transformarse. Phil, meteorólogo televisivo, ha afirmado que la nevada que se aproxima a Pennsilvania no llegará a Pittsburg, sino tan solo a Altoona, pero la realidad es que esa nevada dejará al equipo televisivo aislado en Punxsutawney la misma noche del groundhog day, ese día de la marmota que da titulo al film y el que se desarrolla su acción. El error de Phil justifica el desarrollo ulterior: es como si, irónicamente, el destino le recompensase, como si premiase su equivocación, debida justamente a su prepotencia y su soberbia, permitiéndole vivir como sucesión lo que es simultaneidad: la incontable repetición del instante es el camino de Damasco que el personaje deberá afrontar. Lo que aparenta ser un absurdo, una anomalía o un simple capricho argumental se revela, al cabo, como un evidente viaje de conocimiento.

La conciencia de la multiplicidad temporal será inicialmente empleada por Phil como un recurso para intentar seducir a Rita (Andie MacDowell), su compañera de trabajo, pero todos sus intentos sólo conducirán al fracaso, al igual que sus múltiples intentos de suicidio: tan sólo a partir de cierto instante, aquél en que reconoce su propia incapacidad para amar (la noche que duerme junto a la muchacha sin intentar forzarla) comienza para él su camino hacia el saber, el itinerario de su transformación. Ese esfuerzo por descubrir dentro de sí a otro (su verdadero yo),  le llevará a convertir y aprovechar como lecciones morales lo que, hasta entonces, no eran sino meras informaciones sobre el acontecer, sobre las vidas de los personajes secundarios y sus destinos, como el suyo, minúsculos. Desarrollar ciertas habilidades (esculpir el hielo, tocar el piano) le conducirá a la conciencia de ayudar a los otros (como sucede con la muerte del pordiosero o la caída del niño desde lo alto del árbol) solidarizándose con ellos en la medida de sus posibilidades. Habría que recordar a Wagner: la compasión también es una forma de sabiduría.

La conclusión del film muestra a la pareja protagonista paseando sobre la calle nevada mientras Phil dice a Rita quedémonos aquí. Es obvio que no se refiere a Punxsutawney, sino a ese instante del tiempo que corresponde a una posibilidad de ese tres de febrero en que ella, tomando la iniciativa, se ha entregado finalmente a él, iniciando un camino que, finalmente, traspasa y proyecta en el futuro lo que hasta entonces amenazase con persistir como mera (y asfixiante) reiteración. El término de la cinta adquiere así un incuestionable valor metafórico: la peripecia vital del protagonista es un camino iniciático que, como en el popular cuento derviche del Caballo Mágico, ha conducido al personaje hasta el Deseo de su Corazón. El verdadero Phil Collins ha conseguido, finalmente, conquistar a una Princesa del País de la Luz (¿no es acaso Rita una productora televisiva?). Significantes triviales, deliberadamente vulgares, para una realidad trascendente. 

José Luis Téllez

José Luis Téllez