Diálogos de Urania y Euterpe
En el Museo Thomas Henry de Cherbourg puede admirarse un bajorrelieve en barro cocido realizado por Claude Michel (popularmente conocido como Clodion) que representa a la Geometría y la Astronomía: aquélla mide con un compás una distancia sobre un pergamino, ésta señala los cuerpos celestes sobre un orbe que representa la imagen de los cielos. Astronomía y Geometría tienen una finalidad común: la observación del mundo y su medida como primer paso hacia su conocimiento.
¿Y la música? Se sabe que William Herschel, descubridor de Urano y creador del telescopio moderno, era también compositor: se conservan varias sinfonías, conciertos para diversos instrumentos y sonatas en trío salidas de su numen, que evolucionó desde una cierta vehemencia Sturm und Drang hacia un preclasicismo más en línea del Style galant. En todo caso, el rey George III le asignó en 1782 una pensión vitalicia de 200 libras para que pudiese dedicarse exclusivamente a desarrollar su pasión astronómica. Es un caso especialmente llamativo, pero en modo alguno exclusivo: la astronomía, la geometría y la música tienen raíces comunes, que en el mundo antiguo pertenecían a un ámbito en el que esta última materia tenía también la consideración de una ciencia. La interpretación simbólica de ésta es inseparable de su descripción primera. La astrología, con notable lucidez, identifica la música, la medicina y la poesía bajo un simbolismo único, correspondiente al planeta Neptuno, que gobierna igualmente la idea del Secreto: la Medicina es la ciencia que conoce el secreto de las substancias, la Poesía descubre el secreto de las palabras, y la Música revela el secreto de los sonidos.
La unión entre astronomía y música ya había ofrecido otro ejemplo anterior en la figura de John Dunstable. Muerto en 1453 con poco más de sesenta años, la concepción espacial de su tiempo era todavía geocéntrica: Copérnico nació dos décadas después del fallecimiento de Dunstable. Conocemos su interés por los astros por una frase de su epitafio en la iglesia de San Stephan de Walbrook que afirma: Astrorum concius ille, índice novit Urania abscondita pandere coeli. Si Herschel es famoso como astrónomo, Dunstable lo es como músico: aquél fue organista en San Juan Bautista de Halifax y, más tarde, en la Octagon Chapel de Bath, éste trabajó al servicio de John, Duque de Bedford, hermano de Henry V al que, presumiblemente, acompañó durante su regencia francesa entre 1422 y 1435. Mucha de la música de Dunstable aparece en manuscritos italianos, lo que ha sugerido la posibilidad de su estancia allí, pero no existen fuentes documentales que lo atestigüen. Autor de un reputado estudio sobre el Quadrivium, su interés por estas materias le sitúa más allá de las preocupaciones de sus colegas contemporáneos y, si bien su conocimiento no aporta una especial originalidad (aunque sus mediciones planetarias son sumamente exactas), sí le procuró una considerable reputación. Johannes Tinctoris le reconoció como el padre de la que llamó Contennance anglaise: una ausencia casi total de disonancias y una expresión carente de gestos innecesarios que, posteriormente serviría de modelo a Gilles Binchois o a Guillaume Dufay.
La mayor expresividad con la máxima sencillez: Quam pulchra est, una de las piezas más populares de Dunstable, es una antífona procesional a tres voces de una delicadeza extrema. De escritura casi homófona, la armonía se basa casi exclusivamente en un juego de terceras y sextas El paso final de la métrica binaria a la ternaria sustenta un fondo doctrinal: et videamus si fructus parturiunt mala punica ibi dabo tibi ubera mea. La referencia a la segunda persona de la trinidad transforma la propia contextura rítmica para desembocar en el normativo Alleluia conclusivo, único momento en que las voces desarrollan un breve juego melismático. Por lo demás, la referencia al fruto de la granada, metáfora a su vez de la fertilidad, es un un locus classicus de la poesía mística.
Veni Sancte Spiritus/Veni creator, más allá de la llaneza de Quam pulchra est, es un motete politextual en el que las dos voces superiores tejen un exquisito juego isorrítmico mientras las dos inferiores despliegan sendos cantus en valores muy largos (melódicamente imitados por las dos superiores en disminución), lo que provoca un efecto armónico de la más sugestiva inmovilidad: verdadera música del éxtasis, la superposición de una secuencia y dos himnos pareciera detener el curso del tiempo de la misma manera que las palabras parecieran regresar una y otra vez sobre sí mismas.
Toda, o casi toda la producción de Dunstable que ha llegado a nosotros es de naturaleza litúrgica: las escasísimas piezas profanas a él atribuídas, que no alcanzan la media docena, tienen su autoría en discusión: tal es el caso de la célebre O rosa bella, sobre el conocido texto de Leonardo Giustiniani (de la que ya existía una versión anterior debida a Johannes Ciconia), cuya autoría se adjudica desde ya algunas décadas a John Bedyngham.
Música de las Esferas: en el cosmos hay algo musical, pero también hay algo cósmico en la música. La Geometría y la Astronomía se entregan a la medida de las distancias (esto es: la Dimensión del Universo). Más recóndita, más secreta, más inalcanzable, la Música mide el Tiempo y permite articularlo: ahí yace, en realidad, el verdadero Secreto del Cosmos.
José Luis Téllez (marzo 2022)